Continuando con la serie de entradas sobre el por qué invertir a largo plazo (I y II), hoy quiero hablar de la parte amarga del pastel. Y si, este modo de inversión, como todo en esta vida también tiene una cara no tan buena que considero fundamental conocer para intentar saber mejor a qué nos enfrentaremos en nuestras inversiones.
Porque no quiero vender la moto a nadie y cada uno debe decidir si es ésta es la estrategia que más le conviene.
Lo primero y más básico, es conocerse a uno mismo. Pues somos nosotros mismos nuestros peores enemigos. ¿A qué me refiero con esto? A que si sabéis bien como reaccionaréis ante los cambios bruscos de la bolsa (creedme que los habrá) tendréis la mitad de la batalla ganada.
Y es que con este sistema tenemos nuestro dinero siempre expuesto a los cambios de humor del alocado Mr. Market y si crees que ver tu cuenta con un 50% de pérdidas te quitará el sueño y te hará vender, no te recomiendo la inversión a largo plazo.
Pero también tengo una buena noticia. Si realmente confías en las empresas que has invertido, estas noticias sientan como las rebajas de verano en las que se puede comprar con un 50, 60 o 70% de descuento.
Otro gran problema para mucha gente es que este sistema no es especialmente emocionante ni libera la cantidad de adrenalina que la especulación a corto plazo, es decir, puede resultar aburrido.
Eso de esperar años hasta ver nuestro dinero empezar a crecer de verdad no es para los impacientes. Como se suele decir, la gente se arruina rápido porque no sabe enriquecerse poco a poco.
No obstante, tengo que decir que al menos en mi caso en particular, el encontrar una empresa infravalorada o que sea una verdadera joya, me produce la misma satisfacción que encontrar un tesoro.
Por último, decir que aunque es un sistema que prácticamente siempre traerá buenas rentabilidades, hay ocasiones en las que podemos estar hablando de muy largo plazo. Quiero decir con esto, que por ejemplo el que invirtió en la bolsa neoyorquina justo antes de que se produjera el crack de 1929, en lo más alto de la burbuja, tardó 25 años en recuperar su inversión.
Un ejemplo más cercano lo tenemos en nuestro Ibex 35, pues aquel que metiera su dinero en la cresta de 2007, a día de hoy todavía estaría perdiendo casi la mitad de su dinero.
Incluso hay periodos en que el mercado entra en una larga fase lateral y que como vemos en la gráfica de abajo pueden hacer que nuestro dinero tenga más o menos el mismo valor durante muchos años.
Por suerte, también es posible posible protegerse en cierta medida de estas situaciones.
Para ello no hay que olvidar que aunque la bolsa en general baje no tiene porque ser el caso de todas nuestras empresas (véase Inditex), y además, mientras que los fundamentales no se deterioren seguiremos cobrando nuestros suculentos dividendo año tras año.
De esta manera, incluso los que invirtieran en lo más alto han seguido ganando dinero año tras año.
Eso sí, para ello habrá que escoger unas pocas empresas y no replicar todo un índice, algo que haremos a través del análisis fundamental y de lo que hablaremos en la próxima entrada.
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