Mi único fundamento era el de unas valoraciones que no dejaban lugar para comprar con un adecuado margen de seguridad y una sensación como de que el mercado solo podía subir, (cosa que podía haber sucedido, no olvidemos que la irracionalidad casi no conoce límites).
Y es que cuando las emociones dicen que hay que comprar lo que sea antes de que perdamos el tren, es cuando hay que ser temeroso, reflexionar y esperar. Para mi es lo más difícil, sobre todo con los intereses de risa que pagan los bancos.