A priori, el negocio bancario parece sencillo. Los bancos simplemente tienen que conseguir dinero pagando un interés bajo por los depósitos y luego prestarlo a un tipo de interés mayor. Con la diferencia entre ambos pueden pagar los costes del capital y generar beneficio para los accionistas. Esto es el margen bancario.
Por tanto, lo importante aquí es maximizar la rentabilidad, ampliar la horquilla, otorgando unos préstamos que tengan siempre unos límites de riesgo razonables.
Se extendió hasta 2008 la idea de que el negocio de los bancos era un chollo, en el que te forrabas en seguida, y no es de extrañar que la mayoría de la población pensara esto, dados los abultados beneficios de la banca hasta ese momento. Con la crisis todos hemos visto que la cosa no es tan sencilla como parece.
Para empezar, si comparamos el beneficio que obtiene un banco con el total de dinero que tiene que gestionar para ello, podremos ver el porcentaje tan reducido resultante, que suele ser de en torno al 3, 2 o 1% en muchos casos. Así, se podría decir de manera simplista que si un banco con poco margen redujese en un 1% el tipo de interés de todos los préstamos concedidos, perdería dinero.
Teniendo en cuenta que un negocio corriente puede tener un margen bruto del 33% por ejemplo (precio de venta del producto - coste del mismo), con que haga dos ventas del mismo importe podría recuperar una venta impagada. Sin embargo, en el sector financiero, donde los márgenes pueden situarse en el 1%, el banco tendrá que cobrar 100 préstamos para recuperar uno solo.
De ahí que el Banco de España haya puesto límite a lo que un banco paga por sus depósitos, evitando así la competencia entre entidades, en la famosa guerra por el pasivo y el posterior debilitamiento de su estructura económica, que podría haber llevado a otra crisis financiera, como consecuencia del estrechamiento de márgenes entre depósitos y préstamos.
Por si fuera poco, el BCE sitúa el precio del dinero en mínimos históricos al 0,25%, para que los bancos tengan liquidez, no sufran por sus pasivos y puedan ganar algo dando préstamos o más bien comprando deuda pública.
Todo esto está estrechamente relacionado con la morosidad, que con lo que ya hemos visto sobre la estrechez de los márgenes, provoca que para recuperar la pérdida incobrable de un préstamo, el banco tenga que cobrar unos cien más.
Cuando la economía va viento en popa, la morosidad es bastante reducida. No obstante, en la situación actual, donde ésta no hace más que superar máximos históricos y alcanza ya el 13%, parece poco probable que el negocio pueda marchar bien.
Existen pocos sectores en los que la competencia sea tan agresiva como el sector bancario. En España hemos visto cómo la crisis se ha llevado por delante a la mayoría de entidades que han arriesgado más de lo que debían o que simplemente no han podido hacer frente a semejante cantidad de créditos incobrables.
Por otra parte, los que quedan han podido sobrevivir gracias a su negocio internacional, ampliaciones de capital, venta de activos, traspaso de tóxicos al banco malo, etc.
En definitiva y a tenor de la creencia popular, conseguir buenas rentabilidades en el sector bancario es bastante difícil, ya que el margen de error es muy reducido, lo que provoca tanto estrés en sus directivos y analistas de riesgo.
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